El retiro de la columna de Claudia López del periódico El Tiempo, y la supresión de otras en el periódico El Colombiano, suscita una serie de interrogantes como columnistas que somos, y que disfrutamos de un espacio de opinión en un periódico regional.
Lo primero en señalar es que los casos de El Tiempo y El Colombiano son diferentes. En el periódico de la familia Gómez de Medellín hay una línea editorial pro gobiernista y conservadora, y columnista que no comparta esas directrices no conserva su espacio de opinión. Los columnistas allí no tienen derecho a tener una opinión sobre ningún tema que se aparte de la línea editorial del periódico. Eso en buen romance es censura, intolerancia que debe ser castigada por los lectores que estén buscando una oferta plural y diversa, incluida la de las voces conservadoras.
El caso de Claudia López y El Tiempo es distinto, si bien ambos parecen arrojar iguales resultados. La valiente columnista, una de las investigadoras que mejor ha documentado el tema de la infiltración de la política por los paramilitares, sin duda alguien incómodo para el establecimiento, publicó una columna en la que criticó la línea informativa de El Tiempo, al haber atribuido sin mayor fundamento un aumento en la popularidad de Juan Manuel Santos como consecuencia del escándalo de Agro Ingreso Seguro, teniendo como sustento un sondeo de opinión entre los lectores de la versión de Internet de ese periódico que se mostraban indignados con uribito, sin que ello implicara que estaban felices con Santos.
Esto sirvió a López para hacer una serie de conjeturas razonables sobre la parcialidad d El Tiempo en defensa de la candidatura de Juan Manuel. Como quien dice, descubrió el agua tibia, pero haber dicho lo que todo el mundo sabe, la llevó a cruzar una frontera infranqueable: la de la cortesía con el medio que nos ofrece un espacio que es de su propiedad.
Los espacios de opinión de los columnistas no nos pertenecen, no son derecho adquirido, y el día en que el periódico quiera quitárnoslo, pueden hacerlo. Los lectores serán los encargados de juzgar si fue o no una buena decisión. Si Claudia López estaba inconforme con la manera como El Tiempo estaba desarrollando su labor periodística, debió haberlo manifestado a sus directivas y renunciar a su columna. El problema de Claudia fue de simple cortesía con el medio que le dio un espacio. El periódico no ha desmentido una sola palabra de lo que dijo López en su columna, porque no tiene como, pero tiene derecho a quitarle el espacio que le ofreció. Pero en el mismo juicio de cortesía que se impone a Claudia, El Tiempo no debió haber publicado una nota en caliente interpretando que esa columna era su renuncia. Debió haber contactado a la columnista en privado, notificarle su decisión y haber permitido una columna más para que ella expresara su punto de vista. Roberto Pombo se dejó llevar por la rabia, y el resultado de un director intolerante y sangre caliente no es una buena señal para el periódico.
Nunca he tenido amago de censura en La Crónica, donde es conocido que se tiene una línea editorial muy diferente a la línea de opinión de mi columna. Si alguna vez encuentro que el periódico está haciendo cosas que no me parecen, así lo diré en la columna que anuncie mi retiro definitivo. Ha sido un saludable ejercicio de tolerancia y respeto, del cual todos salimos ganando.
martes, 27 de octubre de 2009
miércoles, 21 de octubre de 2009
El modelo Arias de sociedad
El tema de moda por estos días, desplazando incluso al recurrente tema del referendo o el fantasma de la censura que ronda en la gran prensa nacional, es el programa Agro Ingreso Seguro (AIS), que ha venido implementando el gobierno nacional a través del Ministerio de Agricultura
El programa fue diseñado por el hoy precandidato conservador Andrés Felipe Arias, y consiste en una serie de apoyos directos o subsidios no reembolsables, es decir, regalos a agricultores que reúnan unas condiciones técnicas y económicas específicas, y créditos blandos para estimular la productividad del sector agrícola.
Que el Estado entregue recursos públicos a particulares, es una prohibición expresa del artículo 355 de la Constitución Política, así que no se entiende cómo fue posible que el Congreso de la República aprobara la ley 1133 de 2007 que da sustento normativo al programa AIS, máxime si el fundamento de dicho programa es el de apoyar a los agricultores ante la firma del TLC con los Estados Unidos, instrumento que aún no ha sido aprobado en el Congreso de ese país. Es decir, el programa es a todas luces inconstitucional y no aplicable por no reunirse los presupuestos de hecho que los sustentan. Como dato curioso, es de señalar que uno de los beneficiarios de esos regalos en Santander, es hijo de uno de los ponentes de la ley: el conservador Alirio Villamizar, uno de los promotores de la campaña de Arias hasta que fue detenido por la Corte por su presunta participación en varios delitos contra la Administración Pública.
El modelo de subsidiar a los ricos y a los propietarios de la tierra es de la entraña de la derecha política en todo el mundo. Ese fue el modelo que implementó Bush con los resultados conocidos de desaceleración de la economía y aumento del déficit fiscal en los Estados Unidos. Arias empezó a dar señales de optar por ese modelo con el caso Carimagua, cuando prefirió entregar tierra a unos empresarios que ni siquiera eran de la región, con el argumento de que los desplazados no tenían condiciones técnicas para hacer rendirla. Es decir, el argumento que subyace a esta lógica es la de que la plata no rinde en manos de los pobres, y los ricos, al contrario, generan empleo que puede ayudar a salir de la pobreza. Es una doctrina económica que se ha aplicado en el mundo con resultados desastrosos en términos de reducir la pobreza y la desigualdad.
El escándalo de concentración de recursos en varias familias del Magdalena denunciado por la revista Cambio, algunas de las cuales habrían parcelado sus propiedades para recibir varias veces el subsidio, así como otra serie de irregularidades, como que algunas fueron aportantes de la campaña del candidato Uribe, han desviado el debate de fondo, y es si es sostenible un modelo que refuerza los patrones de desigualdad que caracteriza a la sociedad colombiana. Si sólo unos pocos tienen acceso a la tierra, al capital y al crédito, la economía en su conjunto no crecerá, y lo poco que se logre beneficiará a unos privilegiados. Esa es la sociedad con la que sueña Arias, y Uribe por supuesto, una sociedad señorial, desigual, con señores de la tierra –y de la guerra-, y vasallos que sólo tienen que agradecer las migajas que les queda del modelo, porque el poder público sólo está para proveer seguridad, como en la edad media. Y se supone que Arias representa la modernización en política.
El programa fue diseñado por el hoy precandidato conservador Andrés Felipe Arias, y consiste en una serie de apoyos directos o subsidios no reembolsables, es decir, regalos a agricultores que reúnan unas condiciones técnicas y económicas específicas, y créditos blandos para estimular la productividad del sector agrícola.
Que el Estado entregue recursos públicos a particulares, es una prohibición expresa del artículo 355 de la Constitución Política, así que no se entiende cómo fue posible que el Congreso de la República aprobara la ley 1133 de 2007 que da sustento normativo al programa AIS, máxime si el fundamento de dicho programa es el de apoyar a los agricultores ante la firma del TLC con los Estados Unidos, instrumento que aún no ha sido aprobado en el Congreso de ese país. Es decir, el programa es a todas luces inconstitucional y no aplicable por no reunirse los presupuestos de hecho que los sustentan. Como dato curioso, es de señalar que uno de los beneficiarios de esos regalos en Santander, es hijo de uno de los ponentes de la ley: el conservador Alirio Villamizar, uno de los promotores de la campaña de Arias hasta que fue detenido por la Corte por su presunta participación en varios delitos contra la Administración Pública.
El modelo de subsidiar a los ricos y a los propietarios de la tierra es de la entraña de la derecha política en todo el mundo. Ese fue el modelo que implementó Bush con los resultados conocidos de desaceleración de la economía y aumento del déficit fiscal en los Estados Unidos. Arias empezó a dar señales de optar por ese modelo con el caso Carimagua, cuando prefirió entregar tierra a unos empresarios que ni siquiera eran de la región, con el argumento de que los desplazados no tenían condiciones técnicas para hacer rendirla. Es decir, el argumento que subyace a esta lógica es la de que la plata no rinde en manos de los pobres, y los ricos, al contrario, generan empleo que puede ayudar a salir de la pobreza. Es una doctrina económica que se ha aplicado en el mundo con resultados desastrosos en términos de reducir la pobreza y la desigualdad.
El escándalo de concentración de recursos en varias familias del Magdalena denunciado por la revista Cambio, algunas de las cuales habrían parcelado sus propiedades para recibir varias veces el subsidio, así como otra serie de irregularidades, como que algunas fueron aportantes de la campaña del candidato Uribe, han desviado el debate de fondo, y es si es sostenible un modelo que refuerza los patrones de desigualdad que caracteriza a la sociedad colombiana. Si sólo unos pocos tienen acceso a la tierra, al capital y al crédito, la economía en su conjunto no crecerá, y lo poco que se logre beneficiará a unos privilegiados. Esa es la sociedad con la que sueña Arias, y Uribe por supuesto, una sociedad señorial, desigual, con señores de la tierra –y de la guerra-, y vasallos que sólo tienen que agradecer las migajas que les queda del modelo, porque el poder público sólo está para proveer seguridad, como en la edad media. Y se supone que Arias representa la modernización en política.
miércoles, 30 de septiembre de 2009
Todos perdieron
Los resultados de las consultas internas de los partidos el pasado domingo fueron la verdadera hecatombe para la oposición. No haber obtenido siquiera dos millones de votos entre todos los candidatos del Polo y del Liberalismo, constituye una derrota estruendosa, y una señal muy clara de lo que puede pasar en el futuro en cuanto a campañas políticas para la presidencia.
Tanto el liberalismo como el Polo Democrático redujeron su votación a la mitad en relación con las consultas de 2006, un piso electoral muy débil para enfrentar al uribismo en cualquiera de sus vertientes. Todo indica que el espacio político está copado por el discurso del presidente Uribe, y no hay margen de maniobra ni entre sus propios aliados políticos. Todos los escándalos que hubieron podido minar la popularidad del gobierno fueron procesados por la opinión pública como conjuras de la oposición: un triunfo mediático y político del gobierno en todo el sentido de la palabra.
Ahora bien, hubo una enorme abstención que se explica por varios factores. No existe cultura política para las consultas internas de partidos. En general la gente no entiende o no tiene interés en ello, y faltó mucha pedagogía de parte de los propios partidos y de la organización electoral. Las anteriores consultas estuvieron atadas a votaciones para Congreso y los resultados de entonces fueron jalonados por esa coyuntura, entre otras cosas porque las maquinarias regionales no le caminan a estas consultas donde lo que tiende a predominar es el voto de opinión.
Por otra parte, el partido liberal y el sector del Polo que representa Carlos Gaviria se equivocaron estratégicamente al presentar su consulta como una especie de plebiscito contra la reelección. La señal es muy clara: las mayorías están contentas con el gobierno de Uribe, y no tiene sentido un cambio a estas alturas, entre otras razones porque entre los candidatos radicalizados contra el gobierno no hay una alternativa creíble. Petro, quien apostó por un discurso más moderado y de conciliación, obtuvo un triunfo que le da margen de negociación con otras fuerzas políticas, en lo que él ha llamado un gran acuerdo democrático para derrotar a Uribe.
En la columna pasada, producto de una mala información de la organización electoral incurrí en un lapsus al incluir al partido Conservador en las consultas de este 27 de septiembre. Lo cierto es que los hermanos godos sólo realizaron consultas en tres departamentos, y para elegir representantes a la Cámara. Las presidenciales se harán el 14 de Marzo junto con las de Congreso. Los conservadores hicieron bien en no dejarse contar en una fecha tan lejana de las elecciones presidenciales y ante la incertidumbre del referendo reeleccionista.
Pardo ganó en el Liberalismo, pero con la mitad de votos que en el 2006 y su candidatura no es viable. En el escenario de una consulta inter partidista, Vargas Lleras tiene ventaja, algo a lo que le ha apostado Cesar Gaviria una y otra vez. Quienes no se dejaron contar, Fajardo y los trillizos piensan que pueden ir solos en primera vuelta. Están equivocados. Con cara gana el Presidente y con sello pierden ellos. Si Uribe decide lanzarse, gana en primera vuelta con o sin acuerdos en la oposición.
El único escenario posible de un triunfo de la oposición es que Uribe no se lance, y que se elabore un discurso creíble de preservación de lo esencial de la seguridad democrática que incluya un no rotundo a diálogo con las Farc y posiciones claras de rechazo a las agresiones de Chávez. De ahí no se baja nadie, y con un país uribizado hasta la médula, no hay margen para propuestas diferentes.
Tanto el liberalismo como el Polo Democrático redujeron su votación a la mitad en relación con las consultas de 2006, un piso electoral muy débil para enfrentar al uribismo en cualquiera de sus vertientes. Todo indica que el espacio político está copado por el discurso del presidente Uribe, y no hay margen de maniobra ni entre sus propios aliados políticos. Todos los escándalos que hubieron podido minar la popularidad del gobierno fueron procesados por la opinión pública como conjuras de la oposición: un triunfo mediático y político del gobierno en todo el sentido de la palabra.
Ahora bien, hubo una enorme abstención que se explica por varios factores. No existe cultura política para las consultas internas de partidos. En general la gente no entiende o no tiene interés en ello, y faltó mucha pedagogía de parte de los propios partidos y de la organización electoral. Las anteriores consultas estuvieron atadas a votaciones para Congreso y los resultados de entonces fueron jalonados por esa coyuntura, entre otras cosas porque las maquinarias regionales no le caminan a estas consultas donde lo que tiende a predominar es el voto de opinión.
Por otra parte, el partido liberal y el sector del Polo que representa Carlos Gaviria se equivocaron estratégicamente al presentar su consulta como una especie de plebiscito contra la reelección. La señal es muy clara: las mayorías están contentas con el gobierno de Uribe, y no tiene sentido un cambio a estas alturas, entre otras razones porque entre los candidatos radicalizados contra el gobierno no hay una alternativa creíble. Petro, quien apostó por un discurso más moderado y de conciliación, obtuvo un triunfo que le da margen de negociación con otras fuerzas políticas, en lo que él ha llamado un gran acuerdo democrático para derrotar a Uribe.
En la columna pasada, producto de una mala información de la organización electoral incurrí en un lapsus al incluir al partido Conservador en las consultas de este 27 de septiembre. Lo cierto es que los hermanos godos sólo realizaron consultas en tres departamentos, y para elegir representantes a la Cámara. Las presidenciales se harán el 14 de Marzo junto con las de Congreso. Los conservadores hicieron bien en no dejarse contar en una fecha tan lejana de las elecciones presidenciales y ante la incertidumbre del referendo reeleccionista.
Pardo ganó en el Liberalismo, pero con la mitad de votos que en el 2006 y su candidatura no es viable. En el escenario de una consulta inter partidista, Vargas Lleras tiene ventaja, algo a lo que le ha apostado Cesar Gaviria una y otra vez. Quienes no se dejaron contar, Fajardo y los trillizos piensan que pueden ir solos en primera vuelta. Están equivocados. Con cara gana el Presidente y con sello pierden ellos. Si Uribe decide lanzarse, gana en primera vuelta con o sin acuerdos en la oposición.
El único escenario posible de un triunfo de la oposición es que Uribe no se lance, y que se elabore un discurso creíble de preservación de lo esencial de la seguridad democrática que incluya un no rotundo a diálogo con las Farc y posiciones claras de rechazo a las agresiones de Chávez. De ahí no se baja nadie, y con un país uribizado hasta la médula, no hay margen para propuestas diferentes.
viernes, 25 de septiembre de 2009
Consultas de partidos
Este domingo 27 de septiembre, los verdaderos partidos políticos que existen en el sistema político colombiano realizan sus consultas internas para elegir candidato a la presidencia de la república.
En efecto, el partido Liberal, el Polo Democrático y el movimiento político religioso Mira, deciden en consultas abiertas –cualquiera puede participar al menos en una consulta si está inscrito en el censo electoral y sin tener que afiliarse al partido- quienes se enfrentarán a Álvaro Uribe en 2010. Dejo por fuera los demás movimientos que como el partido de la U, y otros de menor valía, no son partidos sino franquicias electorales. Muchos de ellos hacen parte de la coalición de gobierno y sólo existen porque existe Uribe. Cambio Radical ya tiene elegido su candidato, y decidió evitarse el desgaste de una campaña con un solo competidor. La consulta del partido Conservador es el 14 de marzo.
El partido Liberal ha apostado por una variada plantilla de candidatos, pero el único que tiene verdadera opción es el ex ministro de Defensa Rafael Pardo. Su reto no es ganar la consulta, lo cual está definido, sino obtener al menos un millón de votos para tener legitimidad de enfrentar las fuerzas uribistas. De no lograrlo, y esto puede pasar gracias a la operación avispa por la que apostó el partido, Cesar Gaviria tendrá que idear una estrategia para sumar hacia el futuro, como una consulta inter partidista, o incluso considerar su nombre para enfrentar al Presidente. Esa sería una as bajo la manga que tendría el ex Presidente, tal vez la única persona que ha enfrentado y denunciado con vehemencia y valor civil el declive institucional que ha significado este gobierno. Que la publicidad del partido se haya concentrado contra la reelección sin proponer alternativas puede costarles caro.
El partido Conservador va con dos fuerzas contrarias. Unos candidatos creen que deben ir hasta el final, incluso si Uribe se lanza. Martha Lucía Ramírez y José Galat así lo han señalado. De Noemí nunca se sabe a ciencia cierta lo que hará, y uribito tiene la increíble estrategia de ganar la consulta para impedir que el partido compita contra Uribe. No es un candidato, es un mandadero. Los hermanos godos prefieren conservar sus cuotas burocráticas que transformarse en alternativa de poder.
El Polo se juega su futuro entre dos fuerzas políticas diferentes. Una, considerada radical por algunos, pero que en la práctica ha demostrado poca doctrina y mucho apetito burocrático, de la mano de Dussán y Moreno, apuesta a Carlos Gaviria quien como político es muy buen jurista. Y otra, con un candidato como Petro que puede que mueva algunos votos independientes dentro del Polo, no tanto como para ganar la consulta, pero que puede servirle para tomar la decisión de salirse de esa colectividad y constituirse en una fuerza social demócrata en busca de convergencias con el partido de los tres tenores, el liberalismo y Sergio Fajardo.
Estas consultas del domingo tienen el atractivo de ser consultas donde el voto de opinión es determinante. Las prácticas clientelares y la compra de votos, con lo que habitualmente se decide en Colombia, no serán un factor decisivo. Es la oportunidad que tienen muchos colombianos de hacer sentir su inconformidad con las prácticas mañosas del gobierno para perpetuarse en el poder. Es una oportunidad para enviar una señal de que la alternancia es un elemento fundamental de la democracia, y que sí, que hay otras opciones diferentes al mesías de Salgar.
En efecto, el partido Liberal, el Polo Democrático y el movimiento político religioso Mira, deciden en consultas abiertas –cualquiera puede participar al menos en una consulta si está inscrito en el censo electoral y sin tener que afiliarse al partido- quienes se enfrentarán a Álvaro Uribe en 2010. Dejo por fuera los demás movimientos que como el partido de la U, y otros de menor valía, no son partidos sino franquicias electorales. Muchos de ellos hacen parte de la coalición de gobierno y sólo existen porque existe Uribe. Cambio Radical ya tiene elegido su candidato, y decidió evitarse el desgaste de una campaña con un solo competidor. La consulta del partido Conservador es el 14 de marzo.
El partido Liberal ha apostado por una variada plantilla de candidatos, pero el único que tiene verdadera opción es el ex ministro de Defensa Rafael Pardo. Su reto no es ganar la consulta, lo cual está definido, sino obtener al menos un millón de votos para tener legitimidad de enfrentar las fuerzas uribistas. De no lograrlo, y esto puede pasar gracias a la operación avispa por la que apostó el partido, Cesar Gaviria tendrá que idear una estrategia para sumar hacia el futuro, como una consulta inter partidista, o incluso considerar su nombre para enfrentar al Presidente. Esa sería una as bajo la manga que tendría el ex Presidente, tal vez la única persona que ha enfrentado y denunciado con vehemencia y valor civil el declive institucional que ha significado este gobierno. Que la publicidad del partido se haya concentrado contra la reelección sin proponer alternativas puede costarles caro.
El partido Conservador va con dos fuerzas contrarias. Unos candidatos creen que deben ir hasta el final, incluso si Uribe se lanza. Martha Lucía Ramírez y José Galat así lo han señalado. De Noemí nunca se sabe a ciencia cierta lo que hará, y uribito tiene la increíble estrategia de ganar la consulta para impedir que el partido compita contra Uribe. No es un candidato, es un mandadero. Los hermanos godos prefieren conservar sus cuotas burocráticas que transformarse en alternativa de poder.
El Polo se juega su futuro entre dos fuerzas políticas diferentes. Una, considerada radical por algunos, pero que en la práctica ha demostrado poca doctrina y mucho apetito burocrático, de la mano de Dussán y Moreno, apuesta a Carlos Gaviria quien como político es muy buen jurista. Y otra, con un candidato como Petro que puede que mueva algunos votos independientes dentro del Polo, no tanto como para ganar la consulta, pero que puede servirle para tomar la decisión de salirse de esa colectividad y constituirse en una fuerza social demócrata en busca de convergencias con el partido de los tres tenores, el liberalismo y Sergio Fajardo.
Estas consultas del domingo tienen el atractivo de ser consultas donde el voto de opinión es determinante. Las prácticas clientelares y la compra de votos, con lo que habitualmente se decide en Colombia, no serán un factor decisivo. Es la oportunidad que tienen muchos colombianos de hacer sentir su inconformidad con las prácticas mañosas del gobierno para perpetuarse en el poder. Es una oportunidad para enviar una señal de que la alternancia es un elemento fundamental de la democracia, y que sí, que hay otras opciones diferentes al mesías de Salgar.
lunes, 7 de septiembre de 2009
jueves, 3 de septiembre de 2009
Ser colombiano
No tiene ninguna importancia ser o no ser colombiano, como no tiene ninguna importancia ser o no ser serbio. Pero entonces, ¿por qué será que Julito siempre entrevista al asistente del guionista de la película que se va a presentar en el festival de cine de donde sea, sólo porque es colombiano? ¿Será que lo contrataron por ser colombiano? ¿Qué es ser colombiano? ¿Vale la pena hacer la apología del colombianismo?
El Israel de América latina
Colombia ha tenido como política exterior, tradicionalmente, estar cerca de Estados Unidos y de espaldas a América latina. Esta postura se decidió desde el gobierno de Marco Fidel Suárez, y se ha conocido como la doctrina respice polum (mirar hacia la estrella del norte), dado que como lo señalaba el presidente Suárez en 1910, “el norte de nuestra política exterior debe estar allá, en esa poderosa nación, que más que ninguna ejerce atracción respecto de los pueblos de América”.
Así que el tema de las llamadas bases militares no es un capricho de este gobierno: es la consecuencia de una directriz de política exterior del Estado colombiano que cada tanto se refuerza bajo un contexto diferente de geopolítica de los Estados Unidos. En el siglo XX, en el contexto de la lucha contra el comunismo, posteriormente, en la década de los ochenta en el contexto de la lucha contra el narcotráfico, y ahora en el contexto de la lucha contra el terrorismo en un escenario político adverso en el continente para una política exterior basada en la disuasión militar.
Como consecuencia de esta directriz de política, es necesario recordar que cuando sucedió la guerra de las Malvinas, sólo el Chile de Pinochet y Colombia respaldaron al Reino Unido, dando la espalda al continente, y esta postura se repitió en la guerra contra Irak, pues Colombia fue el único país suramericano en apoyar una acción ilegal y contraria al derecho internacional.
El hecho de permitir que en las bases militares colombianas hagan presencia unidades militares estadounidenses no es nuevo. En efecto, desde 1952 ha habido cooperación permanente entre los dos países, y en el contexto del Plan Colombia esa cooperación se ha incrementado, hasta el punto de que se habla de la presencia de cerca de cuatrocientos militares gringos en territorio colombiano. Lo distinto en el actual acuerdo está en que la letra menuda del mismo, aquella que no se somete a la aprobación del Congreso y ni siquiera al concepto previo del Consejo de Estado como lo exige la Constitución, implica la posibilidad de un despliegue militar mayor que puede llegar incluso a operaciones de gran escala por parte de Estados Unidos, y eso sí lo hace un factor de inseguridad para el continente que justifica las aprehensiones de los miembros de Unasur.
La necesidad de las bases es un cuentazo por donde se lo mire. Esa necesidad surge única y exclusivamente como resultado del fin del acuerdo entre Estados Unidos y Ecuador para la llamada base de Manta. Estados Unidos necesita presencia militar en la región como factor disuasivo, y qué más oportuno que acudir a Colombia, un Estado incondicional, y un gobierno que en política exterior sólo ve por los ojos de Washington.
La forma de legitimar esta decisión en el ámbito interno está servida, seguir luchando contra las Farc -¿no que ya estaban derrotadas?- y la hostilidad de gobiernos como el de Ecuador, Venezuela y Nicaragua que le estarían dando oxígeno al terrorismo en la región. Cualquier objeción a este tipo de acuerdos entra en la retórica anti imperialista que hasta el propio presidente Obama se ha encargado de minimizar.
Así como Israel es la cabeza de playa de Estados Unidos en Oriente Medio, Colombia lo es en América latina. Una tristeza, pero es lo que la mayoría quiere, un pueblo que ha fuerza de las circunstancias ha ido perdiendo su dignidad.
Así que el tema de las llamadas bases militares no es un capricho de este gobierno: es la consecuencia de una directriz de política exterior del Estado colombiano que cada tanto se refuerza bajo un contexto diferente de geopolítica de los Estados Unidos. En el siglo XX, en el contexto de la lucha contra el comunismo, posteriormente, en la década de los ochenta en el contexto de la lucha contra el narcotráfico, y ahora en el contexto de la lucha contra el terrorismo en un escenario político adverso en el continente para una política exterior basada en la disuasión militar.
Como consecuencia de esta directriz de política, es necesario recordar que cuando sucedió la guerra de las Malvinas, sólo el Chile de Pinochet y Colombia respaldaron al Reino Unido, dando la espalda al continente, y esta postura se repitió en la guerra contra Irak, pues Colombia fue el único país suramericano en apoyar una acción ilegal y contraria al derecho internacional.
El hecho de permitir que en las bases militares colombianas hagan presencia unidades militares estadounidenses no es nuevo. En efecto, desde 1952 ha habido cooperación permanente entre los dos países, y en el contexto del Plan Colombia esa cooperación se ha incrementado, hasta el punto de que se habla de la presencia de cerca de cuatrocientos militares gringos en territorio colombiano. Lo distinto en el actual acuerdo está en que la letra menuda del mismo, aquella que no se somete a la aprobación del Congreso y ni siquiera al concepto previo del Consejo de Estado como lo exige la Constitución, implica la posibilidad de un despliegue militar mayor que puede llegar incluso a operaciones de gran escala por parte de Estados Unidos, y eso sí lo hace un factor de inseguridad para el continente que justifica las aprehensiones de los miembros de Unasur.
La necesidad de las bases es un cuentazo por donde se lo mire. Esa necesidad surge única y exclusivamente como resultado del fin del acuerdo entre Estados Unidos y Ecuador para la llamada base de Manta. Estados Unidos necesita presencia militar en la región como factor disuasivo, y qué más oportuno que acudir a Colombia, un Estado incondicional, y un gobierno que en política exterior sólo ve por los ojos de Washington.
La forma de legitimar esta decisión en el ámbito interno está servida, seguir luchando contra las Farc -¿no que ya estaban derrotadas?- y la hostilidad de gobiernos como el de Ecuador, Venezuela y Nicaragua que le estarían dando oxígeno al terrorismo en la región. Cualquier objeción a este tipo de acuerdos entra en la retórica anti imperialista que hasta el propio presidente Obama se ha encargado de minimizar.
Así como Israel es la cabeza de playa de Estados Unidos en Oriente Medio, Colombia lo es en América latina. Una tristeza, pero es lo que la mayoría quiere, un pueblo que ha fuerza de las circunstancias ha ido perdiendo su dignidad.
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