jueves, 20 de agosto de 2009

Vuelvo al Blog

Amigos blogueros, vulevo al blog donde publicaré mis columnas de la Crónica del Quindio, las cuales encontrarán también cada viernes en http://www.cronicadelquindio.com/, y otros comentarios.

La muerte de Galán


Se conmemoran veinte años de la muerte del político liberal Luis Carlos Galán Sarmiento, asesinado como resultado de un complot entre el cartel de Medellín, el paramilitarismo del Magdalena Medio, sectores políticos liberales y altos funcionarios de diversas agencias del Estado, a quienes no les convenía su llegada a la presidencia de la república en 1990.

A veinte años de su muerte, muchas de las causas por la que luchó Galán se han perdido. El narcotráfico sigue más vigente que nunca, sólo que se ha transformado en una estructura más flexible y vertical capaz de resistir el embate de la lucha antidroga que libran Colombia y Estados Unidos de manera infructuosa, y que ahora abre un nuevo capítulo con las bases militares que, como bien lo señaló el Embajador Brownfield, permitirá operaciones conjuntas entre los dos países. Ahora sí se nos vino la guerra en serio.

El paramiltarismo de la generación que mató a Galán dio paso a uno más sangriento pero a la vez más estratégico, hasta el punto de haber llegado al poder en muchas regiones de la mano de líderes políticos. Ese complejo entramado de poder del paramilitarismo, sumado a un legítimo cansancio de amplios sectores de la sociedad civil con las Farc, explica el surgimiento del poder político que hoy gobierna la nación.

El partido liberal logró de alguna manera salvar algo del legado de Galán promoviendo la Constituyente de 1990 que dio origen a una Constitución donde quedaron registradas muchas de las ideas que él defendió a lo largo de su vida política, sin embargo, ese mismo partido fue incapaz de cumplir con su sueño de quitarle el poder a los grandes barones electorales de las regiones, y permitir otros liderazgos capaces de entender la política y el Estado como una forma de movilizar ideas y recursos en favor de las necesidades de la sociedad, y no como una forma de enriquecimiento personal.

Esa batalla se perdió, y hoy el liberalismo es una federación de pequeños caciques incapaz de recoger el voto moderno, el voto de los jóvenes, el voto de los pobres. Con la muerte de Galán, y luego con la financiación de la campaña de Samper por parte del cartel de Cali, el liberalismo perdió la oportunidad de recorrer el camino de la modernidad política que significaba un partido sólido y coherente capaz de tramitar las demandas sociales, que contribuyera a que el sistema de partidos no terminara cooptado en lo regional por el narcotráfico, el paramilitarismo y otros actores mafiosos.

En cuanto a los responsables desde el Estado, si en veinte años no pudo establecerse la responsabilidad de Maza Márquez por haber cambiado al jefe de los escoltas, algo que según los testimonios de los asesinos fue determinante, o su responsabilidad por no haber extremado medidas a sabiendas del riesgo que corría Galán, o haber desviado deliberadamente la investigación señalando a un grupo de personas que nada tuvieron que ver, difícilmente a estas alturas puede hacerse algo. Lo mismo puede decirse sobre la participación de miembros de la Dijín y del Ejército. Pero un magnicidio de esa dimensión no hubiera podido cometerse sin la participación de agentes del Estado. La justicia nos queda debiendo esa parte.

Galán quería un país más democrático, más justo y más decente; con lo que tenemos, juzguen ustedes si lo suyo fue o no una batalla perdida.

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